Consejos para manejar las peleas entre hermanos en vacaciones de verano

Las peleas entre hermanos suelen aumentar durante las vacaciones de verano: el mayor tiempo juntos y la ausencia de una rutina diaria pueden acabar provocando problemas familiares ya que se multiplican las ocasiones de interacción entre sus miembros. Además, durante las vacaciones, la falta de un programa diario puede acabar generando estrés y aburrimiento en los niños. Y cuando esto sucede es más probable que se desarrollen conflictos entre hermanos.

Es también muy común que los niños compitan por la atención de los padres o cuidadores, lo que puede aumentar los celos y la rivalidad y llevar a más discusiones y peleas. Esta competición también se puede trasladar al ámbito de la posesión o disfrute de juguetes o dispositivos electrónicos así como el al tener que compartir actividades o espacios.

Por último, los cambios en la rutina del sueño y la falta de descanso adecuado pueden hacer que los niños estén más irritables, lo que contribuye a un aumento en las peleas.

Estudios y observaciones en el ámbito de la psicología familiar abordan el tema de los conflictos entre hermanos en diferentes contextos investigando cómo la falta de un programa diario afecta a las dinámicas familiares. Varios trabajos publicados por la psicóloga Laurie Kramer, por ejemplo, analizan estos conflictos y sugieren que a menudo se intensifican en situaciones donde los niños pasan más tiempo juntos, como durante las vacaciones de verano o los fines de semana.

Sin embargo, el disfrute de tiempo en familia durante el verano también es una oportunidad para que los padres trabajen estrategias de resolución de conflictos y fomenten relaciones más saludables entre sus hijos.

Desde Unobravo quieren ayudar a los padres para que puedan disfrutar de un descanso veraniego sin conflictos, dando una serie de sugerencias que pueden mejorar la calidad del tiempo en familia:

• Establecimiento de rutinas y estructura: No siempre es posible, pero intentar tener una rutina diaria definida puede ayudar a los niños a saber qué esperar y así reducir la incertidumbre que a menudo genera tensión y frustración.

• Establecimiento de reglas claras de convivencia: poner límites “básicos” y definir de forma clara cuáles consecuencias podrían tener el no respeto de las mismas y la no asunción de responsabilidades.

• Tiempo separados: Es importante que cada niño tenga su propio espacio y tiempo para sus actividades personales. Esto puede reducir la fricción entre ellos y proporcionarles un momento de respiro de la convivencia.

• Fomento de la comunicación asertiva: una forma correcta de comunicar sentimientos y necesidades a través de un lenguaje asertivo y respetuoso, enseñando a los niños a expresar sus emociones de manera clara y sin agresiones, favorece la convivencia. Por ejemplo, pueden aprender a usar frases como “me siento… cuando tú…”. Esta práctica enseña a los niños a identificar y nombrar sus emociones de manera más efectiva para que puedan gestionarlas en lugar de descargar su frustración sobre sus hermanos.

• Refuerzo positivo: Premiar o reforzar positivamente cuando los niños cooperan, comparten o resuelven conflictos de manera pacífica puede motivarlos a seguir comportándose de esa manera. Ofrecer incentivos para mantener la armonía durante un período de tiempo determinado, como una salida familiar especial o un premio, puede ser motivador.

Fomentar la colaboración y el trabajo en equipo, proponer actividades como juegos de mesa, proyectos de arte o pequeñas tareas para fortalecer su relación. Establecer metas que solo puedan alcanzar trabajando juntos, como completar un rompecabezas o un proyecto creativo, puede contribuir a que vean a sus hermanos como aliados en lugar de rivales.

Desarrollar la empatía: enseñarle a considerar los sentimientos y perspectivas de sus hermanos y así reducir la hostilidad. Implementar estas estrategias de manera coherente y adaptándolas a la edad y personalidad de los niños puede contribuir significativamente a reducir los conflictos entre hermanos durante el verano y a largo plazo. Es imprescindible intentar mantener la calma, escuchar con empatía y validar sus emociones: los gritos, las reprimendas y sobre todo las comparaciones no ayudan. No olvides que es fundamental que los padres dediquen tiempo de forma individual a cada hijo, esta práctica puede reducir la competencia por la atención parental y fomentar una relación más saludable entre hermanos. La creación de oportunidades para que toda la familia comparta tiempo de calidad, como comidas juntas o excursiones, puede fortalecer los lazos familiares y reducir los conflictos.

A todos estos retos se añaden las hormonas enloquecidas de la adolescencia, momento en el que la persona está definiendo su identidad. Los hermanos adolescentes pueden tener diferentes intereses y preferir hobbies o formas de pasar el tiempo libre muy distintas. Las personalidades y preferencias individuales se vuelven más marcadas durante la adolescencia, lo que hace más difícil encontrar actividades comunes que ambos disfruten.

Compartir espacios también puede ser una fuente importante de estrés y tensión entre ellos: durante la adolescencia, la necesidad de espacio personal y privacidad se incrementa, lo que puede llevar a conflictos cuando estos espacios se ven amenazados. Los adolescentes pueden llegar a irritarse cuando sienten que sus espacios han sido “invadidos”.

Por no hablar de las discrepancias en las responsabilidades del hogar durante las vacaciones, como tareas domésticas o el cuidado de hermanos menores. Si un hermano siente que tiene que hacer más que el otro, esto puede generar fricción. La percepción de injusticia o desequilibrio en la asignación de tareas puede alimentar el resentimiento y el conflicto.

En general, estos conflictos son parte del desarrollo normal y pueden ser gestionados con una buena comunicación, establecimiento de normas y límites claros para adolescentes y la promoción de un entendimiento mutuo. Los padres juegan un papel crucial como mediadores en estos conflictos y a la hora de fomentar un ambiente familiar armonioso: haciéndoles sentir que se trata de un diálogo “entre adultos” y no de órdenes unilaterales. Y otorgándoles mayor libertad a medida que muestran más responsabilidad.

Un psicólogo profesional también puede ser una buena guía para preparar unas vacaciones con menos estrés y conflictos.

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